Una vigilancia médica regular y mantenida en el tiempo es garantía de un tratamiento eficaz para minimizar y retrasar el avance de la enfermedad, y también para reducir en lo posible los efectos secundarios de la medicación.
Los tratamientos pueden ser no farmacológicos (un ritmo de vida más saludable, ejercicio adecuado como caminar, nadar o montar en bici, fisioterapia, etc.), o de carácter farmacológico.
Existen dos tipos de tratamientos farmacológicos: Aquellos que tratan los síntomas y aquellos que modifican el curso de la enfermedad:
Estos son fármacos que deben administrarse bajo la piel (inyección subcutánea, SC) o a través del torrente sanguíneo (por vía intravenosa, IV), lo que obligará a visitar el hospital regularmente en este último caso. Estos fármacos deben administrarse de manera regular durante largos periodos que serán pautados por su reumatólogo.
Dentro del grupo de fármacos biológicos, están aquellos que bloquean una proteína importante en la inflamación. Son los denominados anti-TNF y sus nombres son:
Otro tratamiento biológico que presenta un mecanismo de acción distinto que el anti-TNF, bloqueando una proteína llamada IL17, es secukinumab (Cosentyx®) SC.
Es importante no abandonar o parar el tratamiento biológico de manera independiente, es decir, sin indicaciones de su reumatólogo. Es importante un cumplimiento de la pauta establecida por su médico, pues abandonar o parar el tratamiento biológico podría suponer que la enfermedad vuelva a “reactivarse”.
Tu médico sabrá cuál es la combinación idónea de fármacos, pero para ello deberás implicarte en el tratamiento y aportar información precisa sobre el resultado en cada visita.